sábado, 14 de septiembre de 2013

Hitos de mi Fuero Interno


Todo comienza desde que tengo memoria, mi primer recuerdo, fue agradable, un cumpleaños, que aún no estaba contaminado con tanta historia, recuerdo que me disfrace de superman, jajaja, cumplía al parecer 4 años

Los recuerdos que quedaron en mi memoria, son solo hechos particulares, el resto los fui borrando, solo quedaron algunos que son hitos, los recuerdos de mi infancia, jamás había hecho esto, recopilar los recuerdos y pasarlos al “papel”, una cierta vergüenza en parte o un desagrado a la autocompasión. Hoy creo que es necesario, como una obligación interna de declarar lo que siento, que estoy convencido, servirá para cerrar definitivamente algunas heridas, para crecer, superar lo malo, lo negativo, no quiero que me persiga hasta la muerte, quiero dejarlo en algún momento, quizás esta es la manera, vaciando el sentimiento, liberarme de estas cargas.

Mis siguientes recuerdos comienzan así:
Escucho gritos en el comedor, bajo corriendo a ver qué pasa, lo primero que veo es una discusión, mi madre con ojos morados, llorando, me acerco a ver qué pasa, pregunto, llamo, mama, mama, ella con voz de furia me responde, sal de aquí conchetumadre, me tira una silla encima, en ese momento, me dolió el corazón, solo lloraba…, tenía alrededor de 5 años.
Los hijos del conviviente de mi madre me maltratan, me tratan como el huacho, me despiertan asustándome en la noche, me pegan, me molestan, me insultan, me dicen que soy un huacho, un recogido, hay noches en que no puedo dormir tranquilo, me da miedo que lleguen en la noche. 
En algún momento como respuesta a estas situaciones, hice una telaraña de lanas en toda la pieza y la conecte con cosas que sonaran, así si entraban en la noche podría escucharlos y no estaría desprevenido, nadie hacia nada al respecto. 
Uno de ellos no me habla, no me mira, siento que le incomoda mi presencia, pero jamás me dijo nada, siempre preferí eso a lo otro, por el sentí y aun siento cierto respeto y agradecimiento, siento que es quien fue más humano y consciente conmigo. 
Soy el extraño de la casa, el sobrante no deseado, el lastre dependiente de una relación anterior, que impide que se desarrolle con normalidad esta nueva vida de mi madre, que se corono con un nuevo hijo entre el conviviente y mi madre.
Llegan los días domingo y deciden comprar algo distinto para comer, y yo estoy ahí solo, desde mi pieza escucho como disfrutan del momento, se ríen, comparten, yo lloro, no soy invitado, me siento abandonado. En las ocasiones que me convidan, me convidan un poquito, siempre tienen que quedar dos porciones para cada uno de ellos, mi madre se encarga de que coma solo un poquito. Me siento a la mesa y controlan que no coma más de lo que debo, me recuerdan que lo que como va de acuerdo a la plata que se reciba. Hay cosas que si puedo comer y otras que no, porque están reservadas para ellos.
De niño salgo todo el día, evito estar en la casa, solo tengo una restricción llegar antes que prendan las luces, si llego después de eso, me recibe la manguera, si me saco un 4 o un rojo en el colegio, me recibe la manguera, todo problema o insubordinación era resuelto con la manguera, los insultos siempre son a la orden del día. Constantemente me repiten, ándate de aquí, ándate donde tu papa. No tengo derecho a reclamar nada, todo reclamo termina en que me echen de la casa “mi casa”, lloro constantemente, no me siento querido, me siento totalmente desechable y sin importancia.
Tengo un gran amigo, mi único amigo de ese tiempo diría yo, damos siempre muchas vueltas a la manzana conversando, yo vacío todas las malas experiencias, el me da sus puntos de vista de lo que significa ser normal, eso me sirve, en mí solo va creciendo el odio a mi familia y un sentimiento de autodestrucción.
Siempre estoy involucrado en temas de dinero, yo soy quien debe realizar las cobranzas de mi propia mantención, Mi madre me dice, ve donde tu papa y dile que debe darte plata, si no que te tenga él, dile que necesitas comer y vestirte, seguramente cree que vives del aire, así que, que te pase la plata, dile no más, si no que te tenga él. Eso me motiva a pedir con insistencia, prefiero este lugar al otro, en el otro ni siquiera tengo a mi amigo, llego donde mi padre a pedir plata, me dice que no tiene y nuevamente vuelve todo a repetirse, la misma historia, las mismas amenazas.
Al llegar las vacaciones me envían donde mi padre con su conviviente, siempre en contra de mi voluntad, todo era desagradable y sin escapes, sin amigos. Sus hijas me acusaban de todo, era indeseado en ese lugar, un invitado no grato, su conviviente me odia y me lo hace saber constantemente “No tienes casa que vienes a comer aquí, es como un huacho este wn”, nunca hubo nadie en ese lugar que me recibiera bien, paradójicamente ahí también era el huacho. 
Siempre sentí que no pertenecía a ningún lugar, nunca sentí un lugar como Mi Casa…
Un día de invierno, voy en camioneta, mi madre y su conviviente, comienza una discusión, la camioneta en movimiento, comienzan los forcejeos, el abre la puerta y empuja a mi madre hacia afuera, yo lloro desconsolado, asustado, después de eso, decidí que nunca más saldría con ellos, ya comenzaba a definir mi posición, tenía quizás 8 o 9 años.
Voy de visita donde mi Padre y su conviviente por vacaciones de invierno, como siempre me acusan de cosas, me tratan de huacho, me tratan como recogido, le reclamo a mi padre y mi padre me abofetea, no le interesa lo que me pasa, ese día me escape de ahí y decidí que ya no me interesaba mi padre, sentí que era un canalla.

Ya en ese tiempo, teniendo alrededor de 9 años, después de muchas conversaciones con mi gran amigo, gracias a kilómetros  de cuadras recorridas en conversación, contando mis penas, después de llorar todos esos años, después de innumerables eventos desagradables, de injusticias, de rechazos, de faltas de respeto, faltas de cariño, de tristezas, de días y noches llorando, con un resentimiento creado y crecido, dejando atrás la inocencia de mi niñez, abandonando a ese niño cariñoso pero no correspondido, decido que no sufriré más, que no los necesitare nunca más, que se pueden ir a la mierda, que no merecen que los llame padres, que no necesito su cariño, que si se mueren no me importa, que no necesito ninguna palabra, que no tengo casa y no me importa, que no pertenezco a ningún lugar pero no me interesa, porque soy yo y no necesito nada más. Decido que ellos se convertirán en un mero instrumento para mi desarrollo, que aprovechare de ellos una casa y un plato de comida, y que aborrezco todo lo demás, decido que me preocupare por mis estudios porque es mi salida de esa mierda, mi sueño se convierte en ser mayor de edad, tener un trabajo, irme y no verlos nunca más en mi vida.

Luego de esta definición, ya comienzan mis propios recuerdos, individuales, personales, no tengo recuerdos familiares

Corro en bicicleta y no me importa nada, simplemente decido correr desde la primera calle de la cuesta hasta la última sin parar, comienzo, me acerco rápidamente a la luz roja, ¿Parar?, ¿Podría venir un auto?, Pienso a quien le importa, si me muero, me muero y punto... 9 o 10 años, las primeras veces recuerdo haber hecho eso con lágrimas en los ojos, ya después no me importaba, perdí el miedo al peligro, pasaban los autos, frenazos de película, lo más cerca pequeños roces, a uno o dos centímetros, siempre fue así. 
Tomo un cuchillo lo paso por mis muñecas, realizo pequeños cortes, nunca me decidí a algo mas concreto.
Me subo a la Copa de los árboles más altos y me paro en la punta, si me caigo da igual..., efectivamente un día caí...milagrosamente ningún rasguño... 
Salgo por la ventana es el piso 15, camino por estrechos 10 centímetros y cruzo lado a lado por fuera del edificio, ya a esas alturas no me importa el peligro, no lo mido, si me muero a nadie le importa y a mí tampoco. 

Después, eso que empezó como síndrome auto destructivo, se transforma en diversión, comienzo a buscar adrenalina. 
Comienzo a buscar adrenalina pasándome a casas de vecinos, evitando ser descubierto, lo hice muchísimas veces, me gustaba la sensación límite de no ser descubierto, en un principio solo hacia fechorías, romper algunas cosas, ensuciar otras, de alguna manera eso me hacía sentir bien.
Después ya se sumó algo más y comencé a robar, a veces cosas sin importancia o valor y otras veces dinero, en ese tiempo lo gastaba en golosinas o en cualquier cosa, incluso a veces botaba todo, robe en casas de vecinos, en mi casa, en casas desconocidas, a los respectivos convivientes obviamente también, siempre lo hice solo, sobre todo disfrutaba lo de los convivientes, comprensiblemente esto empeoro aún más las relaciones, pero ya eso no me interesaba, pero era un relajo para mí, una sensación de justicia, eso duro un par de años.

Luego cumplí 12 años, me bautice, las catequesis y la suma de las conversaciones con mi amigo, generaron un cambio y deje de robar, de alguna manera las entendí e hice ese cambio. 
Lo demás continuo igual, pero ya no tenía esa válvula de escape, tenía que vaciar el odio de alguna manera y comencé a enfrentarme a todos, pero siempre con sigilo considerando mi posición de necesidad respecto de techo y comida.
Un día que tuve una discusión con mi hermano mayor, ya estaba lleno de odio, tome un cuchillo y dentro de la pelea le corte la mano, luego salí escapando, no paso a mayores, fue un corte pequeño, desde ese día me respeto de otra manera.
Desde los 13 a los 14 años, ya estaba desatado, no tenía ninguna consideración de respeto ni cariño por mi familia, todas las discusiones eran a insultos de grueso calibre, tenía un odio contenido y enorme, platos quebrados, mesas al suelo, gritos y golpes, ya no me dolía nada, solo aumentaba mi odio, me echan de la casa constantemente. 
Llego el momento de mis 15 años, el conviviente de mi madre como es habitual me increpa, esta vez por comer tres panes, tomo los panes de la mesa, se los tiro en la cara, lo encaro y le digo ándate a la conchetumadre, metete el pan en la raja viejo culiao, en otro momento mi madre toma un palo para pegarme, yo ya crecí, detengo el palo con mi mano, lo boto al suelo, y le pego una cachetada diciendo, no me toques nunca más en tu vida vieja de mierda, conchetumadre, no mereces que te llame mama…
Este ya era un momento decisivo en mi vida, ya en estas instancias tenía el potencial y el ambiente para ser un delincuente sin remordimientos, a estas alturas ya no sentía nada más que odio y me superaba…

En el transcurso de mis 15 años me invitaron a confirmación, el primer año, significo muy poco para mí. En el segundo año conocí los valores, la moral y lo que es correcto, esto fue determinante, aprendí desde el modelo de Jesús, lo que debía realizar para dejar el odio atrás, recuerdo en especial el evangelio que escuche por primera vez con atención en una misa y que produjo un efecto radical, fue Mateo 5, 23-24 “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.” Después de esto reuní al conviviente, a mi madre y hermanos y les pedí perdón por mis faltas, esto fue absolutamente sanador para mí, no recibí en ese momento el mismo gesto de vuelta, pero tampoco era mi intención fundamental, esto fue algo para mí, personal, desde ahí en adelante mi vida cambio su rumbo y comencé a practicar lo que escuchaba, fue una tarea difícil, pero la fui desarrollando paso a paso.

A los 17 años tuve mi primera relación seria, no estaba preparado para eso en ese momento, ni para decidir con quién estar, ni para estar con alguien, llevaba una carga emocional muy dura y aún con muchas cosas en proceso de resolución, posteriormente tuve un hijo y no pude entregar lo que un padre debe entregar a su hijo respecto de cariño y preocupación, eso se aprende con el ejemplo y yo nunca lo aprendí…, eso es algo que hasta el día de hoy estoy desarrollando y trabajando.
A los 25 años me separe, fue una decisión durísima, yo esperaba no repetir la historia de separaciones y convivientes, por todo lo que yo mismo viví, pero era una consecuencia esperada, casi lógica. 

A mis 26 años participe en un taller de liderazgo, recuerdo que el requerimiento básico de este taller era primero conocerse a sí mismo, saber por qué uno es como es…, Ese fue un momento crucial, tuve que remover internamente toda mi historia, todo esto que relate, nunca me había detenido para evaluar en detalle mis vivencias, fue en ese momento, a mis 26 años en que realmente entendí quién era yo y que es lo que debía hacer para completar mis carencias y así crecer superando mis debilidades, que eran bastantes y que estaban contenidas y “controladas” gracias a los conceptos de Fe que aprendí. Pero sin duda esa no correspondía a la solución definitiva la contención y control son herramientas no soluciones, lo necesario era resolver esas situaciones en lo profundo. Los años siguientes los destine a afrontar y resolver esas situaciones en cuestión

Hoy a mis 32, Con bastante esfuerzo y la madurez de los años he ido integrando poco a poco el valor de la amistad, la importancia del amor, de los afectos,  avanzando siempre, en forma paulatina más cerca de resolver todo eso que en su momento no se desarrolló o quedo a medias, esto mismo es parte de ese camino y tengo a estas alturas la convicción de haber resuelto bastante, me queda aún camino, pero siento que ya falta lo mas sencillo y eso me hace sentir esperanzado. 

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