Con unos amigos, hicimos un rito de fin de año, escribimos lo positivo y negativo, y una de las cosas negativas para mí, fue mi falta de compromiso.
En mi segunda vida, la de mi desarrollo profesional, al inicio de mi camino, no tenía dudas de lo que quería. Estaba absolutamente claro que mi objetivo era llegar a una posición de poder específica dentro de una empresa.
Esos tiempos eran simples, me levantaba en la mañana y había solo una idea de objetivo, pero cuando llegué a mi meta y me di cuenta que no era lo que realmente quería, el mundo se abrió.
Literal, figurativa y conceptualmente conocí el mundo y a mi mismo, y me di cuenta de la cantidad casi infinita de opciones que tenía a mi disposición, opciones en todo, laborales, de negocios, de propósitos, amorosos, fue una explosión mental de posibilidades.
Y desde ahí en adelante mi sensación fue de un mundo extraordinario y de ser un afortunado por tener opciones. Pero tanta opción también conlleva algunos inconvenientes.
Laboralmente y de negocios, tengo las opciones y las habilidades para desarrollar un sin fin de cosas, a nivel amoroso también soy afortunado de tener constantemente posibilidades.
Pero tengo que elegir, así como elegí mi propósito, tengo que decidir lo que quiero y lo que no quiero.
Laboralmente y de negocios, me tengo que comprometer con alguna idea, porque siento que estoy perdiendo un tiempo demasiado valioso.
Y amorosamente, tengo que respetar lo que no quiero, porque es un tiempo doblemente valioso el que se pierde. Y comprometerme a la búsqueda de la mujer que quiero.
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