El otro día estaba en un negocio y una chica me comenzó a coquetear y al salir de ahí, pensé: “Qué cagada, me persiguen las veinteañeras”
Y cuando me dije eso, sentí como una sensación de culpa y me hizo cuestionar, ¿Porque tengo que sentir culpa de algo así?
Más allá del juicio social de las relaciones de gran diferencia de edad. Yo tengo un hijo de 24 años, por lo tanto, si una veinteañera me coquetea, me genera ruido. Pero culpa…, eso creo que no tiene por qué ser.
Así que decidí hacer algo que antes me daba pudor escribir, evaluar mi atractivo.
En el cortejo, en la mayoría de las especies el macho utiliza todas sus características para llamar la atención de la hembra y lograr el apareamiento.
De eso me pregunté, hay tres casos recientes, ¿Qué hice para llamar la atención de esas veinteañeras?
La respuesta es, nada. Entonces, pienso en dos factores, que tengo un atractivo físico y que parezco de treinta y tantos, en vez de cuarenta y tantos.
Y tengo que incluir mi historia en la evaluación de ese “atractivo”, porque hace evidente una tendencia. Fortuitamente, se me han presentado oportunidades que son el sueño de muchos hombres. Y he tenido decenas de oportunidades de estar con mujeres que yo mismo he decidido dejar pasar. Como me dice un amigo mío, jajajaja, “Dios le da pan al que no tiene dientes”, jajajaja. Pero esto aporta claridad, más allá de cuál sea el atractivo, hay uno sin duda.
En cuanto al don de la palabra, yo hago una distinción, cuando una persona dice algo con el objetivo de llamar la atención o cuando la persona simplemente es si misma. Mi caso es el segundo, yo soy yo, por lo tanto, tampoco hay una intención.
Así que, volviendo al origen del pensamiento, en realidad no es mi culpa, y tampoco mi problema gustarle a X, Y o Z. No obstante, si se entiende que requiere de mí una postura y es esta.
Mi filtro para estar con alguien es la madurez y la estabilidad emocional, ahora, donde se puede encontrar eso, yo creo que desde los 28 o 29 en adelante.
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