Hace unos días, vi la película “Everything Everywhere All at Once” y me sentí muy reflejado.
Hoy durante la mañana paseando a Laniakea vi alguna gente durmiendo en la calle y recordé de niño pensar en vivir la calle, para vivir tranquilo, me imaginaba viviendo en alguno de los frondosos pinos de Punta Arenas.
Recuerdo mi vida de odio, dando vuelta las mesas, dispuesto a hacer daño.
Mi vida en la parroquia conectándome con eso a lo que yo llamo Dios.
Me recuerdo en Australia, evaluando la oportunidad de quedarme a vivir ahí o no.
Me recuerdo escondiendo la pistola de una persona por si hubiera allanamiento.
Como Jefe de Administración y Finanzas cumpliendo el sueño aspiracional de ser jefe.
Me recuerdo dedicado a mi hijo durante mi “retiro espiritual”.
Me recuerdo en Roma evaluando como seria mi vida en una ciudad de romance.
Me recuerdo de niño en un piso 15 cruzando el alfeizar de la ventana de lado a lado.
Me recuerdo en la Pincoya divirtiéndome un 11 de septiembre corriendo iluminado por una bengala.
Me veo hoy día trabajando en Data Science.
Y ahora me estoy imaginando una nueva vida, como independiente, desarrollando negocios con tecnología de vanguardia.
E incluso hoy día, aunque sea de la forma más remota pasa por mi mente la minúscula posibilidad de cumplir mi sueño más grande.
Me parece surrealista, tantas posibles vidas, pero es real, y gracias a eso a lo que yo llamo Dios, estoy aquí y gracias a él mismo puedo elegir lo siguiente. Me siento profundamente afortunado, gracias a mi Dios.
Sabiendo toda la suerte que he tenido se me hace difícil a veces desear ciegamente como la gente común.
Pero llego el momento en que necesito desear, pero sin faltarle el respeto a la vida y su serendipia, ni a mi Dios.
Así que quiero desear ese sueño comprometiendo si lo cumplo devolver la mano de lo que reciba.
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